El Día de Muertos no es solo una tradición, es una experiencia cultural que conecta la vida con la memoria, el color con la nostalgia y cada vela con la promesa de volver a reunirnos. Cada año, México se viste de cempasúchil, velas y calaveras para rendir homenaje a quienes partieron, transformando pueblos y ciudades en escenarios llenos de arte y tradición.

A continuación, te presentamos algunos de los destinos más emblemáticos para disfrutar esta temporada y sumergirte en una de las celebraciones más emblemáticas de nuestro país donde cada altar, cada flor y cada nota de música honra la memoria con alegría.

1. Pátzcuaro, Michoacán

El corazón espiritual de esta celebración. Las comunidades purépechas de la región, como Janitzio y Tzintzuntzan, iluminan las orillas del lago con miles de velas que guían a las almas en su regreso. Las ofrendas, los altares llenos de simbolismo y el sonido de los rezos crean una atmósfera mística imposible de olvidar.

2. Oaxaca de Juárez, Oaxaca

En Oaxaca, el Día de Muertos se vive con una intensidad única. Las calles se llenan de comparsas, catrinas, música de banda y altares que combinan arte popular y modernidad. Convirtiendo a la ciudad en una galería al aire libre, donde los tapetes de arena y los murales rinden tributo a los ancestros.

3. Mixquic, Ciudad de México

En el corazón de la capital, el barrio de Mixquic conserva la esencia más auténtica del Día de Muertos. Aquí, la procesión de “La Alumbrada” llena el cementerio de luces y flores, mientras los habitantes se reencuentran con sus seres queridos entre música y comida típica.

4. San Andrés Cholula, Puebla

Con el volcán Popocatépetl de fondo, Cholula celebra con una mezcla de fervor religioso y tradición popular. Las calles se decoran con arcos de flores, mientras los altares comunitarios narran historias familiares que han pasado de generación en generación.

5. Mérida, Yucatán

En el sur del país, el Día de Muertos toma el nombre de Hanal Pixán, “comida de las ánimas”. Es una tradición ancestral maya que celebra el regreso de los difuntos con ofrendas llenas de sabores locales como el mucbipollo, las frutas y el atole.

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